Durante 30 años lo primero que hemos visto al entrar cada mañana o cada tarde al instituto ha sido la figura de Nati dispuesta a darnos unas llaves, hacernos una fotocopia, curarnos una herida o incluso llamarnos a un taxi. Ella, que conoce el instituto y el barrio como la palma de su mano, encarna el espíritu del Averroes.
Hoy se jubila y la vamos a echar mucho de menos.