De esta forma nos enseñó el principio de funcionamiento de los trenes de levitación magnética con un instrumento llamado Revolution y cómo la frecuencia de resonancia puede provocar la destrucción de un puente colgante o la rotura de una copa de cristal con ondas sonoras.
Repasó la evolución de los instrumentos de cálculo, desde los primeros ábacos de hace 3.000 años hasta la calculadora científica, pasando por una curiosa máquina sumadora Addiator Universal y una regla de cálculo basada en escalas logarítmicas inventada por Neper y que está considerada como «el instrumento que más tiempo ha ahorrado en la historia de la ciencia».
Luego hizo flotar una pelotita de corcho para explicar el efecto Magnus, derivado del teorema de Bernoulli, en el que se basa el vuelo de los aviones y gracias al cual Roberto Carlos es capaz de meter un gol por la escuadra a 140 km/h.
También nos mostró una testaruda peonza celta que se resistía a girar en el sentido que se le mandaba, varios modelos de giróscopos, un termómetro de radiación infrarroja, un altímetro-barómetro-termómetro-anemómetro que permite conocer la sensación térmica y que le sirvió para contarnos una famosa anécdota de Bohr a quien «sus profesores habían intentado enseñarle a pensar»… y terminó hipnotizándonos con unos discos giratorios cuyos colores variaban al mirarlos desde diferentes posiciones.
Podría haber seguido más tiempo, porque, en definitiva, lo que nos transmitió fue una parte de su enorme pasión por la Ciencia.
El mundo que nos rodea es física y química y para entenderlo necesitamos las matemáticas. Mil gracias a Carlos que nos llenó el laboratorio de entusiasmo, de curiosidad, de ilusión y de CIENCIA
Yo tuve la suerte de pasarme por allí y desde mi profundo desconocimiento de la física, pude darme cuenta de que la ciencia y la física despiertan tantas pasiones como un poema, una canción… Gracias a Carlos Moreno por llenarnos de ilusión por la ciencia