El jueves 29 de noviembre se representó en nuestro salón de actos la obra «Púrpura», a cargo de la compañía cordobesa Estigma Teatro, dentro del programa de actividades para conmemorar el Día Internacional contra la Violencia de Género.
Púrpura es una reflexión, un desahogo, un grito y un suspiro. Una forma de ver y de mostrar a la mujer desde un punto de vista feminista pero eminentemente subjetivo, porque está hecho con nuestras vivencias, con los sonidos de nuestras casas y con las imágenes que nos han desgarrado el pecho cientos de veces.
En 1908, las 129 trabajadoras de una empresa textil en Estados Unidos se declararon en huelga y se encerraron dentro de la fábrica. El patrón entonces prendió fuego al edificio asesinando a las mujeres. Los tejidos con los que trabajaban las mujeres eran de color violáceo. Las versiones más poéticas de la leyenda dicen que los tejidos se tiñeron con la sangre de las mujeres adquiriendo el color purpúreo o incluso que el humo que emanaba del incendio era del mismo color.
Probablemente esto sea más mítico que histórico, pero esta leyenda es el pilar sobre el que se sostiene el color púrpura como símbolo de las mujeres trabajadoras -que hoy en día, son todas-. Púrpura es además el color del sufrimiento, con el que orgullosamente se representa al Cristo Nazareno cargando su cruz. Púrpura es el color de los golpes, de lo que coloquialmente llamamos “morados”, el color de los hematomas de muchas pieles ya muertas y de muchas otras aún vivas y de otras que aún están por vivir. Púrpura es el color de las malvas, que adornan las cabezas de muchas damas que fueron enviadas a yacer bajo tierra antes de tiempo.
Púrpura bien pudiera ser entonces nombre de una mujer. Y así lo es en esta obra. Varias mujeres marcadas con un estigma violeta, cuyo nombre es Púrpura.
Francisco de Ana Muñoz
autor y director de Púrpura
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