Queridos amigos: ¡qué malos hijos tendrá esta señora doña Tierra, para que el niño Boris (que es un rajón), el Donaldo (que allá le va…), el de los ojos achinados (que a quién habrá salido…), el Pedrín y toda la numerosa ralea de esta oronda señora; para que, digo, la única manera de que se queden quietos sin matarse en las carreteras, sin echar bombitas de peste que le tienen a la pobre mujer y a toda la calle los estómagos levantados; en fin, sin hacer tantas trastadas, la única manera, digo, sea castigarlos sin salir mientras a ella le salga del moño! ¡Tenga usted familia numerosa para esto!
Y luego pagan justos por pecadores… No que al Rafa y al Jose, que son buenecetes, también ha habido que castigarlos, por tal que no se diga en la calle de Los Planetas que doña Tierra quiere a unos más que a otros… ¡Hay que joderse (que no nos oiga mamá diciendo picardías)! Nada, nada: un cachete a tiempo tampoco le hace daño a nadie…
Dice doña Tierra (madre al fin) que la culpa son las juntas; que los niños de más chicos no eran así, pero que desde que se les pegaron el Fondomonetarillo ese, el Banquito (¿no será el Paquito?; a la doña estos niños la tienen «más liada que la pata un romano»), uno que le dicen el Topamí y otros pocos así… La pobre señora, más buena que el pan blanco, ni siquiera conoce por sus nombres a toda la pandilla, pero ya le daban mala espina. ¿Y qué puede hacer una madre con tanto niño, mire usted, con la de cosas que tiene una? Y todo el día con los aparatillos esos, que parece que cuelgan de los árboles, que si «ja, ja» y «xq sí» y a hacer gansadas que le dicen, cree, retos… ¡Pero señor!, ¿los retos no eran una cosa de las novelas de caballerías, o unas tiendas de segunda mano?
Y luego, como está la tele. ¡Ojalay, ojalay, dice doña Tierra, hubiera nada más una televisión como cuando ella de más chica, a joderse con los coros y danzas y Luis Aguilé; pero luego había cosas la mar de bonitas, como cuando los teatros y la clave; y los programas de música (que a la señora Tierra -Tierri que le decían en su juventud-, como a toda la calle Planetas, la música siempre le hizo tilín como una cosa muy suya). Que sí, que anunciaban el Soberano y los cigarros rubios… Pero, ¡anda, que ahora con lo del juego! A ver, el tabaquillo y el vino, al fin y al cabo agricultura son: de la tierra vienen y conocemos quienes lo producen, nuestros vecinos son. Y también se «jarta» uno, de darle al frasco o al cilindrín: ¡qué curdas, que les dicen «jumeras» cuando se complican con el tabaquillo, vio Tierri de joven, que estaba más pendiente! ¿Y esto qué juego ni qué leches es? Para juego las canicas, el de la oca y hasta el “candicrás “. ¿Y en qué fanega se planta el juego ese de la tele? ¿En qué campo se recoge? Vamos, que quién produce. Y que no tiene “jartura”: mientras más les dan, más quieren; y ni como el bingo, que por lo menos había que ir al sitio, se socializaba y tenía un horario: está uno solo a las tantas y “jugando” por la tele. Le da a la señora Tierrra en la nariz que lo que hay es “muncha “mafia y mucha ruina. Y el Boris, el Donaldo, el Pedrín, ¡hala!, a decir que no es tan malo, mama, y el otro día llegó un facturón…
Nada, nada. Castigados sin salir, a ver si le bajan los humos. Y que pagan justos por pecadores, a ver… ¿Aprenderán algo los “joíos” niños estos? El otro día, doña Tierra Gea de Dios (que es su nombre completo, Pacha para los amigos) pegó la oreja al suelo por oír qué tramaban esos bribones. ¡Pues no que uno de los más tontos (doña Tierra es madre, pero no ignoranta) le estaba diciendo a otro que la que iban a liar de fiesta y follón cuando los soltara nuestra señora, en vez de estarse tranquilitos! ¡Otros pocos días en casa! ¡Pendejos! ¡Granujas! ¡Manteses, como decía mi abuela! Ahora se acuerda Tierri del nombre de una coplilla moderna, que ya tenía casi olvidada, de la Laurie Anderson:
Language is a virus, “El lenguaje es un virus”. ¿No será Human is a virus, “El ser humano es un virus”? Con lo monos que eran de chiquititos… A ver si aprenden, leñe.