Exposición de Frida Kahlo en la Sala Tríptico

 

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“Primero fue la luz, mucha luz, que a mí me ofrecía la frescura de un mundo lleno de matices, de brillo, de riqueza cromática, de colores. Todos los colores se me presentaban desbordantes de luminosidad; los azules parecían los propios de un mar claro en un día de agosto; los verdes contagiaban el sabor de una fruta a punto de deshacerse en un jugoso manjar; los rojos eran la parte hermosa de las pasiones vividas y los marrones me recordaban al color de la tierra en los juegos de mi infancia.
Sucedió hace bastantes años, pero era la primera vez que veía un nombre que, entonces, me resultaba extraño: FRIDA KAHLO.
De ella se dice que es mucho más conocida su vida que su obra. No sé si es cierto, pero a mí fue su obra la que me condujo a intentar saber quién era aquella persona. Quise ver más obras y conocerla mejor. ¿Qué me sorprendió? Mi primera sorpresa se produjo al ver su nombre, un nombre de mujer en el mundo del arte; una mujer nacida en los albores del siglo XX, en México, en plena revolución mexicana, aspecto que iba a ser definitivo para ella. Supe de lo difícil de su vida y, al conocer su historia, pude entender y, por tanto, disfrutar aún más de su obra. Así, posiblemente, la sensación primera de libertad que su pintura me había trasmitido era el reflejo de un deseo, de un cuerpo que involuntaria e inútilmente intentaba aprisionar a un espíritu libre. Si su pintura rompía con moldes tradicionales, no era otra cosa que el reflejo de su vida, de sus sueños y de sus frustraciones: ideas políticas comunistas, actitud feminista ante la vida, relaciones amorosas bisexuales, sueños de una maternidad imposible, pasión por los ambientes populistas, el gusto por pintar a los suyos, la necesidad de pintarse y, por tanto, reflejarse a si misma y su dualidad en la pintura… No son más que unas pocas pinceladas para aproximarnos a ella.
Frida, mujer en un mundo de hombres, destacó por su apego a ese México revolucionario y mestizo en el que tuvo una activa militancia política, que se manifestó también cuando viajó a Estados Unidos con su marido Diego Rivera. Allí mantuvo importantes contactos con ideólogos comunistas. Más tarde conoció y amó a Trotsky, cuyas ideas influyeron en ella de modo determinante.
Admiro en ella su decisión de vivir, su enorme vitalismo para luchar contra la aplastante realidad, la enorme fuerza de un cuerpo débil, la capacidad para enfrentarse a los convencionalismos de un país y de una época. Me maravilla su fuerza para amar y su capacidad de supervivencia. Si las heridas de su cuerpo fueron una limitación para ella, su espíritu y su creatividad no conocieron fronteras.”

(Este texto no es mío, pero bien pudiera serlo.)


Presentación de las obras expuestas

Ver/Descargar presentación .zip (.odp + .mp3)

 

Catálogo de la exposición

Ver/Descargar catálogo .pdf en issuu


+ info:

 

Organizada por: joseantonio.- Álvarez Enamorado

 

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