WELCOMEN SPANIEN

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Al final, la semana que tanto habíamos estado esperando, el tiempo de “cuando vayamos a Alemania”, se ha pasado. Se ha pasado y lo hemos disfrutado. Ya estamos de vuelta en Córdoba, y todo ha salido de maravilla. Ha hecho hasta calor en Nuremberg; no hemos usado ni la mitad de la maleta que llevábamos: no ha habido ocasión para abrigarse; hemos degustado las salchichas alemanas, el brezel, el rábano picante, la ensalada de patatas y el strudel. Y nos hemos dado cuenta de que podemos entendernos fácilmente con otros pueblos aparentemente alejados, y a pesar de una lengua que parece un jeroglífico; con todas nuestras diferencias, el acercamiento entre cordobeses y nuremburgueses ha dado lugar a un entendimiento lleno de afecto y de generosidad. No sólo en el sur hay chispa; no sólo aquí sabemos divertirnos; también lo saben hacer más allá de nuestras fronteras, y lo interesante es compartirlo, y compartir el trabajo y el esfuerzo, vivirlo juntos y derribar de este modo esas divisiones que nos acorralan y nos empequeñecen.

Cuando nos encontramos el lunes a las 10h30 a nuestros 15 alumnos y alumnas al pie de la estatua de Alberto Durero venían radiantes tras su fin de semana familiar. Piscina, partidos de jockey, salidas, reuniones en casa de alguno de sus correspondientes, paseos por uno de los grandes parques de la ciudad, etc. Ellos lo habrán contado en su entorno. Venían felices, y también cansados. A partir de ahí, una guía alemana nos condujo por algunas de las galerías que horadan la ciudad. Resulta que desde el siglo XIV y hasta el siglo XIX cada cervecero que quisiera producir cerveza tenía que disponer de una cueva, que se excavaba a golpe de martillo y cincel. Con el discurrir de los siglos, durante la Segunda Guerra Mundial muchas de estas galerías y cuevas se convirtieron en refugios antiaéreos. No todo el mundo podía entrar en estas cuevas para protegerse; se requería un permiso. Según la guía, este laberinto de pasajes y galerías llegó a albergar hasta 40.000 personas durante la guerra. Se habla de unos 25 000 m² galerías, distribuidos en cuatro niveles, de los que el primer nivel ha desaparecido actualmente para acoger un aparcamiento.

Además de salvar a gran parte de la población (comparada con la destrucción casi total de la ciudad de Nuremberg, la población salió bien parada: la guía habló de unos 6 700 muertos), estas galerías también permitieron proteger parte de patrimonio artístico de la ciudad.

Como espacios para la producción de la cerveza, estas cuevas permitían la fermentación y su conservación. De esa fermentación se desprendían gases que había que evacuar. Para ello, los constructores de las cuevas habían diseñado un sistema de ventilación continua natural basado en una serie de pozos al sol y otra serie de pozos a la sombra, lo que generaba corrientes de aire cálido que evacuaban los gases y la humedad.

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Para la producción de la cerveza, había que aprovechar los meses fríos del año, desde finales de septiembre hasta abril. Eso cambió cuando idearon una serie de cuevas de hielo que traían en bloques desde las montañas y los lagos.

También de estas cuevas, los nuremburgueses aprovecharon el agua que se filtraba. Al parecer, la zona en la que se sitúa Nuremberg es bastante árida comparada con otras regiones de Alemania, y no estaban bien abastecidos de agua. Hubo un momento, en que las bacterias que había en el agua convertían a la cerveza en una bebida más sana que la propia agua.

El consejo de la ciudad regulaba estrictamente el oficio del cervecero. La ley de pureza cervecera bávara, de 1516, estipulaba que la cerveza contenía agua, cebada y lúpulo. No decía nada de la levadura. Una estrella de seis puntas parecida a la Estrella de David era el símbolo de los cerveceros; se colocaba donde se podía vender cerveza. Cada punta se referiría a uno de los elementos que intervienen en su elaboración: fuego, agua, aire, cebada, lúpulo y…

De las cuevas, salimos a un museo de la cerveza donde la guía nos explicó el proceso de elaboración. También otros productos que se pueden obtener con los mismos ingredientes pero a través de otros procesos: whisky, aguardiente, vinagre de cerveza…

Por la tarde, el director del instituto alemán, Benedikt Mehl nos recibió, junto con otras profesoras de español, Eva y Ute, y los padres de algunos alumnos. Los alumnos habían organizado una merienda-fiesta dentro del instituto. Además, presentaron los vídeos que habían preparado donde recogían los momentos más entrañables de las dos semanas que han pasado juntos y dieron sus discursos de agradecimiento. Cuatro de nuestras alumnas bailaron sevillanas. Fue un momento emotivo, lleno de cariño.

Por último, hoy martes la profesora de español Ute nos ha acompañado a visitar el castillo. Hoy nuestros alumnos estaban muy cansados, y ante la simple propuesta de subir una cuesta, se les ha erizado el vello. Hemos hecho una visita supersónica del castillo. Teníamos la posibilidad de subir una cómoda escalera de caracol para divisar la ciudad, pero la mera mención de “subir escaleras” ha tenido un efecto disuasorio, y nuestros alumnos han bajado en dos zancadas a la Fuente Bonita de la ciudad. Ute, David y yo hemos subido atléticos hasta el mirador de la torre, y allí hemos tenido la comparativa de la ciudad de hoy y de la ciudad arrasada durante la guerra.

A las 15h15, puntuales, todos nos hemos encontrado en el aeropuerto. Y ahí ha empezado otra vez la misma -y bonita- escena del principio de Love actually. (Enlace vídeo). Ha sido una preciosa despedida. Se oían voces alemanas diciendo: “No me olvides”. Lágrimas, abrazos, regalitos de amor; los padres en todo momento han dejado el protagonismo a sus hijos… Algunos alumnos alemanes han venido a abrazarnos también a los profesores.

Vuelo puntual, tranquilo, sin turbulencias, cielo impecable; sueño, sueños, dormitar, comer, azafatos, sed… Maletas de vuelta, sin perder ninguna, viaje a Córdoba estupendo; mil preguntas: dónde está el baño, dónde venden agua, qué caro, me cambias la ventanilla; furia con el móvil, vídeos, mensajes de audio, stories, etc. Luis Fonsi y su Despacito en bucle.

Ha sido una experiencia humana muy enriquecedora. Agradezco a mi compañero de viaje, David Vázquez, la organización y el entendimiento durante esta semana. Y agradezco especialmente a nuestros 15 alumnos y alumnas la confianza y el saber estar en todos estos días. Y, por supuesto, a los padres y madres de las dos partes del intercambio, artífices de este intercambio, a Daniel Fuchs y a los alumnos alemanes. Ha sido un placer y un honor haber formado parte de este viaje. Gracias.

Informa José A. Ramos